Es un jardín de flores, purpura, blancas. Un jardín perfecto de lirios, con
un camino que lo atraviesa, dibujado de piedras meticulosamente colocadas. Un
camino de color nácar, rodeado de lirios. La luz del sol está justo al
centro de cenit, expansiva en su verticalidad. Al final del camino, sobre un monítculo de pasto
verde se encuentra el sabio.
Está sentado en un trono de madera antiguo, cuidadosamente limado, bruñido hasta el mínimo de sus
detalles. El viejo y el trono deben tener más de 150 años. Sostiene la mirada suave, una
mirada que me observa, que transmite todo lo que tengo que escuchar. Una mirada
que habla. Me recuerda el punto fronterizo entre la
vida y la muerte. Una linea manifiesta en el presente, viva este
momento, todo el tiempo dentro de nosotros, en el morir de cada
célula, en el desvanecimiento de nuestros recuerdos, cuando olvidamos, cuando
damos espacio a un nuevo recuerdo, una nueva experiencia.
Comprendo que la única forma de vivir es morir constantemente. No puedo
recordar algo nuevo sin dejar que una memoria desaparezca. No puedo crecer si
no mato un hábito nocivo de mi existencia. No puedo florecer, ser feliz y pleno
si no dejo morir la razón, el recuerdo, la emoción que me ha mantenido en
aflicción. Por tanto, la única manera de vivir es muriendo.
La muerte es el
camino que se forma con cada piedra sobre el
que la vida posa sus delicados pies, sin sentir frío ni calor, sin sentir que
se cae ni tampoco que se eleva. El momento cuando desciende el talón sobre el
territorio inerte y continúa el perímetro del empeine. Voy sintiendo la piel hacer contacto con ese cuerpo inmóvil. En ese descanso se
manifiesta la vida, en movimiento, en la ligera fricción libre de calor y de
frío. El paso es la vida.
El vacío es el único espacio en el que creo. El silencio es el único estado
en el que escucho. La virtud no es la ausencia de malos pensamientos, no es la desaparición
de la aflicción, ni desterrar el miedo, o disipar el odio. La virtud comienza
con el reconocimiento de mi miedo, mi odio, mis limitaciones, y mis malos
pensamientos. Es la llama, esa pequeña chispa que
enciende cada elemento que habita mi ser. Sombras viven, y
no dejarán de vivir en mi realidad humana. El fuego los transmuta, los
transforma en acciones que me permiten seguir en movimiento, elevar la última
superficie del dedo del pie que me une a la piedra.
Es en esa separación
cuando la virtud impulsa el pie hacia adelante, busca una nueva muerte, para reposar
talón, empeine, dedos. Un nuevo momento de estabilidad, una estabilidad en
movimiento. Cada uno de mis tejidos, de mis células, de los elementos que van
construyendo al ser desde la punta de mis pies, hasta la ultimo cabello de mi
cabeza, toman forma, sentido, propósito en su existencia, porque a través de
reconocer que están muriendo, pueden vivir en absoluta presencia, en total
plenitud, con sentido y en virtud. El andar se convierte en mi descanso. Caminar
se convierte en mi propia historia.
El sabio desaparece, y con él desaparece el jardín. Todo se convierte en un espacio oscuro. Un
lugar que sin forma, ni sonido, ni temperatura, ni gravedad. Dentro del
negro hay un negro más profundo, con la forma de un frijol, más oscuro
que la oscuridad a su alrededor. Se expande, abarca la oscuridad con una nueva
oscuridad.
Aparece un felino. Sus ojos, espejo de los míos, se llenan de esta
oscuridad más oscura que la oscuridad misma. Mis pies, el
olvido. olvidamos los pies que nos dan soporte, olvidamos la tierra que nos da
soporte.
Si debo de morir
hoy que mi muerte sea el espejo de la forma en que vivo.
Si debo morir hoy
que sea la paz la que guíe mi camino al otro lado
Si debo morir hoy
que todos los asuntos de la tierra, gracias a su impecabilidad, me permitan
transitar sin pendiente, sin apegos.
Si debo morir
hoy, que mi camino esté propulsado por todo el amor que acumulé en este bardo.
Si debo morir hoy
que mi cuerpo sea admirado como un templo en desuso, de formas que reflejan las
virtudes de quien habitó ahí.
Si debo morir hoy
que cada segundo de vida entre ahora y ese momento sean instantes de total
plenitud.
Y si debo vivir,
que toda mi vida, mi espíritu, mi razón y mi conciencia, actúen como si fuera a
morir.Jose A. Casas-Alatriste