Confieso que hace exactamente media hora estaba enfrente de este mismo monitor con ganas de escribir algo, pero sin una sola idea en la cabeza. Mi inspiración estaba tan decrépita que decidí concederme uno de esos placeres culposos que por su frecuencia dejan de ser culposos y se convierten en parte de las cosas "no tan sanas" que regularmente haces: Ir por unos tacos al puesto de la esquina (muy recomendables por cierto, esquina de circuito interior con Rio Elba, los famosos "Tacuqui").
Durante mi degustación de un campechano con nopales, finalmente la idea llegó. Y para darle cuerpo al argumento, al momento de pedir que me cobraran, me aplicaron el típico "cuantos fueron?" "dos campechanos y un boing" -mentí, en realidad habían sido 3. "45 pesos"- respondió el confiado taquero- "perdón, fueron 3 campechanos".
Mis asiduos lectores habrían detectado la mentira a la primera. Pero ahí tenía la prueba. El sistema de ventas de la modesta taquería de la esquina se basa, en una de las ciudades más inseguras, con una de las poblaciones más corruptas y transas, en un principio de confianza. Inmediatamente me transporté a un documental (creo que era Bowling for Columbine) donde hablaban de los canadienses que dejaban verdura afuera de su casa para que la gente dejara en un bote su pago. Sin supervisión. Sin robos. Recordé que cuando lo vi, pensé que ese modelo sería imposible en México. Pero no. Les puedo asegurar muchas de las taquerías informales en esta ciudad funcionan con el principio de que pagas lo que dices que te comiste.
Y el modelo funciona. Existen miles así.
Entonces, en que momento una sociedad honesta con sus tacos, se convierte en una población corrupta, desconfiada, acostumbrada a la transa como mecanismo de avance?
La respuesta se encuentra en su cultura y su liderazgo. Aquí hago una pausa para aclarar que me gusta muchas veces hacer en mis reflexiones una analogía entre una empresa y un país. La mayoría de los políticos detestan estas analogías, quizás porque en la primera existe generalmente un mecanismo de meritocracia y rendición de cuentas.
El punto es que con los (ya algo) de años que he estado involucrado en diferentes organizaciones, me he dado cuenta de la estrecha relación que existe entre los líderes de la misma y la cultura que se vive dentro. Existen claros ejemplos de como el liderazgo de las cabezas (positivo o negativo) permean dentro de los comportamientos de sus miembros. Esta analogía es equivalente no solo en organizaciones formales, como empresas o instituciones, sino también a nivel comunitario, o dentro de las familias. El liderazgo directo que tiene cada "cabeza" de grupo determina de manera inevitable la cultura y el comportamiento de sus miembros, y establece una relación entre ellos con los valores fundados por sus lideres. Es difícil encontrarse casos de desconfianza entre familiares de gente honesta, o entre grupos vecinales que se conocen y que comparten un espacio común. Incluso en el microcosmos de mi adorada taquería, entre los clientes y los taqueros subsiste ese nivel de confianza/honestidad.
Que sucede entonces a nivel sociedad, a nivel país? Porqué una comunidad, o una sociedad se desprende de esos valores con los que actúa en lo micro para violarlos en lo macro?
La respuesta, señores políticos (y empresarios también) creo que se esconde en el liderazgo que las cabezas de esta pirámide permean entre sus influidos. Cuando vemos un pais gobernado por millonarios inexplicables, o donde las transas monumentales (y maratónicas también queda bien aquí...) y la corrupción flagrante es descarada, podemos esperar que esa misma cultura, y esos valores sean replicados en la interacción que tienen los individuos a ese nivel. Y entonces el fraude, la transa, la evasión, el robo hormiga de un funcionario, de un empleado, de un ciudadano se convierte en la modus vivendi de quien respira esa cultura emanada de quienes tienen el poder de imprimirla.
Al margen de un debate político, de propuestas que muchas veces se quedan en un "deber ser", creo que la respuesta a muchos de nuestros problemas está en realizar de manera consciente y permanente dos esfuerzos:
Imprimir un liderazgo basado en los mismos principios con los que nos movemos en nuestro circulo más intimo, y ampliarlo a cada uno de los aspectos que tenemos a la mano; y dos, tratar de actuar, independientemente del nivel al que estemos interactuando con nuestro entorno social, bajo estos mismos principios.
Creo, ilusoriamente, que sí existe el permeo de abajo hacia arriba. Otros le llaman "la fuerza de la sociedad civil". Lo que sea. El trabajo es de todos los días y en cualquier ámbito. Y poco a poco las familias se convierten en comunidades, y las comunidades en poblaciones y ciudades, y estas a su vez en sociedades y naciones. Nosotros decidimos si mejores o peores. Esta en los valores y el liderazgo que queramos imprimirles.