El Extraño (Toma 1)
Pienso en el significado de la palabra extranjero,
más allá de quien habita una tierra diferente a la suya. Siento la definición
pequeña para su significancia. Se puede ser ajeno a su propia tierra, lejano a
su propio ser. Vivir alienado de su origen. Actuar hacia afuera en aparente
normalidad mientras en el interior uno se siente de otro planeta.
Cuando vivimos como extraños nos
encontramos con barreras constantes y tangibles. Las cosas no salen como
esperamos. La vida deja siempre un sabor de insatisfacción y fantaseamos como
niños en una justicia redentora, en el largo plazo, al final de nuestra vida. Nada
más falso. La vida será injusta para quienes no la asumen como propia.
Entonces, con algo de suerte, un día
volteamos hacia los pequeños actos de nuestra cronología. Vemos las acciones
equivocadas y las omisiones imperdonables. Reconocemos, si llegamos a
entendernos, la relación entre lo sembrado y los resultados; El origen de
nuestros límites en creencias añejas.
Al observarlo, quizás, podamos cambiar. Por
un instante, o por el resto de nuestros días, dejar de ser extraños en nuestro
cosmos. Lograr conectar, sentir y comprender nuestra co participación en cada
cosa manifestada. Asumir la responsabilidad nos brinda el poder de recrear. Ya
no para atrás sino para adelante. El futuro se convierte en la cancha de la
libertad. Sin embargo, la libertad conlleva sus cargas. El Porvenir pesa cuando
se asume en su totalidad como consecuencia de lo propio. Asusta dejar de ser
árabe. La valentía de renunciar a la separación, de serme lejano, me permite
aspirar a vivir en mi.
El Extranjero (Toma 2)
El inicio de cualquier relato puede ser
siempre insignificante, salvo cuando empieza por el final, y entonces puede
perder su propósito. Así como el inicio puede ser ajeno al final, así se puede
ser ajeno a la tierra donde habita. Así, sin ninguna referencia de
nacionalidad, cultura o identidad, uno puede padecer la tragedia de no
pertenecer. Ni en el relato, ni en el espacio, ni en el mundo, o el cosmos
interno. El extranjero es aquel viviendo en la separación, en la lejanía de las
emociones. Es vivir escondido en la desconexión, creer en lo inofensivo de la
realidad, si la mantengo lejos.
El extranjero habita y vive desde su
razón. No siente pues no necesita sentir, o al menos eso pienso.
Hoy he entendido la importancia de los
círculos y las relaciones de causalidad y conexión. La verdad última: No soy
nada. Soy una parte. Soy todo. La eterna paradoja. El límite y el NO me
resuenan como consecuencia directa de la ausencia de siembra, y del lugar en
donde me anclé hace tiempo.
Hoy he comprendido lo vacío de ser
extranjero. De vivir en la tierra ajena de la angustia y el fracaso. De
batallar con el lenguaje extraño de la preocupación y la desesperanza. Ser un
ajeno en su propia vida. Sentirlo y entonces, dejar de serlo. Reconocerlo y
entonces, dejar de padecerlo.
Al final todos estaremos en algún momento
frente a la hoguera viendo como los demás disfrutan de echar leña por una
desgracia efímera, pasajera para todos menos para quien sobrevive a las
quemaduras de quinto grado.
Ser extranjero para regresar a ser
nativo. Un trayecto equívoco en mi territorialidad para volver a un principio
de unidad. Al menos intentarlo como fin último. Al fin intentar para ser
grande.
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