Tuesday, June 06, 2017

L'empereur NonNu



Quizás esto parezca el anti relato de aquel conocido Rey que se dejaba engañar por su sastre.
Quizás parezca un absurdo el título y la implicación tan ridícula de quien no está desnudo.
Al final todos estamos vestidos, aunque no siempre entendamos nuestro disfraz.
O nuestras capas.
O nuestra propia ceguera.

Así caminaba el Emperador vestido, con la cabeza baja. Tan baja por momentos que lo impedían observar las miradas intimidadas detrás de los burladeros.
Las miradas temerosas que evitan confrontarse con los ojos de quien respetan.
Las voces a lo lejos lo tenían sin cuidado. No escuchaba lo que los demás compartían.
No distinguía las palabras de asombro como oro o luz o colores de terciopelos de volcán.
No le ponía importancia al temblor que dejaban sus pasos.

Caminaba pensando en sus batallas.
En cómo perdió compañeros y las vidas que dejó en el campo.
El absurdo de la victoria que sabe a derrota.
O viceversa.
Que a la larga, cuando ya son muchas, empieza dar un poco igual.
Recordaba los momentos de adrenalina, y la satisfacción de saberse vencedor, o vencido.
A veces da igual cuando se está vivo.
O cuando se muere en honor.
O se llega a la cama después de un día de desesperanza.

Recordaba las noches necesarias donde todo eran sinsentidos. Las nubes que estorbaban los tímidos rayos de la luna. Las mañanas con rayos geométricos que se colaban entre las maderas de las casas provisionales.
El olor del campo.
La virtud de la pobreza, o quizás sea mejor dicho,
la herramienta de la adversidad.

Se acostumbró el emperador a vestir en harapos, rasgados y sucios por el andar de las vidas. Por el camino hacia el horizonte que nunca termina, mientras se busca.

Por eso el emperador vestido no podía caer en cuenta de lo que los demás veían en él.
Quizás jamás reparó del cambio.
Y su andar no era alentador.
Quizás todo hubiera terminado ignorado, pero,
¡qué gran suerte tuvo el emperador vestido!

Una mañana donde se disponía a resolver la compleja vida de los habitantes del reino, esos que casi nunca lo llamaban por su nombre, caminó por calles que casi no transitaba.
Esos días que uno decide solo hacer las cosas un poco diferentes.
Y así descubrió una fuente que llevaba años sin visitar.
 Quizás la había olvidado del todo.
¡Enorme absurdo que uno pueda olvidar lugares tan preciosos de su propio reino!

Ahi estaba un niño que no había visto antes. Y el rayo de luz que aterrizaba en su cabeza parecía contener más que sólo la energía solar.
Al verlo a los ojos se dio cuenta de los siglos que llevaba sin ver a nadie de esa manera
¿Qué tanto miedo me tenían, o el miedo era quizás mío?
El punto es que el niño lo observó, con mezcla entra inocencia y sorpresa.

- Hola hijo, ¿Te encuentras bien?
- Hola Señor, sí. ¿Por qué está usted vestido como el rey?

El emperador quedó descolocado ante la pregunta.

- Por que yo soy el rey.
- ¿Y por qué no tienes cara de Rey?
- No lo se, quizás sólo lo olvidé.

El niño se acercó y lo abrazó.
No había sentido el calor de otro ser tan cerca en mucho tiempo.
Mientras lo cargaba para acercar su corazón al del niño, logró ver en el reflejo de la fuente, un traje de azules marinos y dorados que ignoraba que vestía.

La plaza estaba llena para admirar el abrazo del emperador.
Con un vistazo recorrió cientos de caras reconocidas que antes no le sostenían la mirada, pero ahora lo observaban con una sonrisa.
El Emperador sintió muchas cosas, pensó que estaba vestido como un mendigo pero recordó la imagen de la fuente y sintió una paz enorme.
El niño seguía tomado de su dedo meñique y lo apretaba con fuerza.

El silencio era profundo pero no incomodaba a nadie.

A lo lejos sólo escuchó la voz de una anciana "Gracias a dios, al fin lo ha recordado"



Jose A. Casas-Alatriste