Wednesday, July 14, 2021

Desesperanza

He notado como el pasto se ha puesto más verde desde que empezó a llover. No recuerdo muy bien hace cuanto comenzaron los aguaceros  pero ya son semanas que el tono del jardín ha cambiado. También algunos arboles se han atrevido a crecer nuevas frutas. En de granadas de allá, tenía ya un rato que no le salían tantas. Yo creo que es el agua pero no soy agricultor, pues. Lo digo por sentido común. Más agua, más fuerza para los arboles, más miel para las frutas. Cuando recién construimos esta casa toda esta parte del jardín estaba cubierta por la sombra del sabino. Ese tronco muerto que está allá. Imaginate el tamaño del arbol, y con su copa cubria todo hasta acá... Y pues allá abajo el pasto no agarraba y se nos moría, o con las lluvias se hacían charcos, que para los nietos era puro cotorreo. Los niños que no se resisten al lodo y a andar mugrosos todo el día. Por eso les mandé poner un arenero y ahí los teníamos a los chiquitos mañana y tarde dandole a la tierra.
Me cansé. ¿Me acercas un vaso de agua? 

¿Cómo se llama el muchacho? ¿Y qué hace aquí escuchando todas estas cosas? Su cara la reconozco porque lleva desde la mañana conmigo. Su cara es muy conocida, ayer también andaba por acá, lleva varios días, quizás llegó con la lluvia.

Esta casa se la construí a mi esposa cuando nacieron mis primeros nietos. Por eso les hicimos el cuarto grande de arriba. A veces se metían hasta 10 a dormir ahí y aunque echaran relajo no se escucha nada en la recamara. Ya no me acuerdo cuantos nietos tengo porque fueron creciendo y llegando más, y los grandes empezaron a tener hijos y cuando vienen muchos ya no los reconozco. Los chiquitos y los grandes me llaman igual, Soy el Nonnogrande para ellos. Sí, ¿tú crees? quien sabe quien me puso ese nombre pero se me quedó. Así me dicen ya hasta mis hijos. Tu crees que siempre vas a saber quienes son tus hijos y tus nietos, pero ya estoy grande y la memoria no me da. ¿Cuantos años te dije que tenía? ¿Ves? noventa y seis es casi un siglo y pues ya van muchos años desde que terminamos la casa y para ese entonces ya eramos viejitos, imagínate. Porque cuando eres abuelo ya empieza la vejez, pienso.

¿Ves allá? ¿El hueco? pues eso era un canal por donde pasaba un río. Un río grande que en la parte más profunda se hacía una pocita. Mandé poner esos escalones para meternos a bañar. El agua calientita salía de allá arriba, pura agua de manantial que brotaba a veces de las paredes. Después seguía el riachuelo por el canal de allá atrás donde estaban los lavaderos. Esos los usaba todavía mi mamá para lavar la ropa. Y el canalito rodeaba esa casa colindante para desembocar en el río del pueblo. Con toda esa agua se daba cualquier cosa. Acá enfrente había una higuera gigante. Daba unos frutos grandes llenos de jugo. Y mis nietos comían de los frutales. Ahí tenían sus botanas para todo el día. Para agarrar energías y ponerse a dar vueltas por el camino que fui delineando con piedras al rededor del terreno. Mi paseo para salir a caminar que ellos usaban de pista de bicicletas o carritos. 

Se extraña el ruido de todos esos chamacos. La mayoría ya son adultos y tienen a sus hijos, pero vienen poco. Y pues imaginate, ahora con todo esto a todos les da miedo venir. ¿Qué tal si me contagian? ¿Contagiarme de qué? ¿De ganas de ser abrazado? pues yo no entiendo nada, pero lo último que pensé es que algun día yo les iba a dar miedo a ellos. El miedo más absurdo, el miedo de matarme por tenerlos cerca. Asi que a los tuyos siempre tenlos cerca, muchacho. ¿Eres casado? ¿Tienes hijos? ¿Ya me lo habías contado? Disculpame, ya sabes que la maceta a veces no registra ya bien las cosas, muchacho. Pues cuando te toque ser papá ya verás que el tiempo se pasa muy deprisa. Imaginate, uno cree que con semejante familia la casa siempre iba a estar llena. Ahora me doy cuenta que algunas reglas eran muy rigidas. Era una necesidad de tenerlo todo en orden. Lo que es de aquí, aquí, lo de allá, allá. Y que se hiciera el bien, que este lugar no se volviera un lugar de mal, de vicio, de relajo nada más. Ahora me doy cuenta que lo imporante era que todos estuvieramos. Todos son buenas personas. Quizás por las reglas, ¿qué se yo? ya sabes, pensamientos de un viejo que trata de comprender que lo llevó a estar tan solo. Mi salud... Cierto. Mi Salud. Que nadie me vaya a enfermar. Que nadie sufra la culpa de causar mi muerte, pero pues de todas maneras un día dios me va a llamar y nada tiene que ver ni con mis hijos ni con mis nietos.

El pasto de por allá ya está muy crecido. Recuérdame mañana de decirle a Adán que le de una podadita. Ese jardinero está más viejito que yo, yo creo que ya ni ve y apenas oye. El pastito verde. Que este bien cortado y que se vea ordenado para cuando vengan las visitas. ¿Tú sabes cuando viene Raquel mi hija?

Jose A. Casas-Alatriste