Sunday, July 11, 2010

La Torre Eiffel

Es el ícono por excelencia. La imagen cienmil veces repetida en postales y peliculas y cuadros pseudorománticos. Ahí está. Como la canción genial que acaba siendo detestada por las incalculables repeticiones. El rechazo que genera el lugar común, y vaya que este es un lugar común. Pero es por algo. y quitandole todo el simbolismo, y los recuerdos y los clichés y demás parafernalia agregada a este monumento, está el monumento per se. Con sus millones de toneladas y su absoluta falta de funcionalidad. Y su majestuosidad arriesgada y su personalidad inconfundible. Y de pronto pienso en Paris antes de Eiffel. Y me imagino una discusión fuertemente acalorada (me imagino que existió) en donde los opositores a la majestual escultura se temían que la soberbia torre terminara por arruinar tan bella ciudad (que pudo ser el caso).  Y sigue ahí. Como el lugar representativo del amor en estado de pendejez (por día deben de ser unas 5,000 parejas que se fotografían junto a este masacote más bien industrial que color de rosa). Cómo el símbolo arquitectónico (y nada representativo) de un País. Como el sueño de los millones y millones que sólo tienen un pedacito en un souvenir. Como el ícono por excelencia de la majestuosidad (pretenciosa) de esta Ciudad.




















Jose A. Casas-Alatriste

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