Conversaciones I

En mi casa vive un fantasma. Es un fantasma bastante particular, al menos comparado con los fantasmas usualmente concebidos, de malos modos y sustos de por medio. El fantasma de mi casa se llama Juan y creo que nunca había hablado de mi relación conél. La primera vez que hablé con Juan fue hace ya un par de años. Se apareció de la misma forma que lo hace siempre, de noche con la casa semi-vacia y mientras toco el piano. Su llegada la anuncia un fa sostenido que nunca toco y de pronto, al percatarme, está ahí, en el borde de la entrada a lo que alguna vez fue su estudio, con cara tranquila y un cigarro en la mano. Su frase de presentación es siempre la misma: "Cuando tocas el piano me dan ganas de volverme a suicidar." Tengo que aceptar que la adrenalina aquella primera vez la senti como nunca antes. En las veces posteriores, cada vez que el fa suena sin la ayuda de ninguno de mis dedos, en estos experimento una sensación de excitación y miedo, y la piel se hace gallina. Levanto los ojos, y de nuevo su imagen, y de nuevo la frase que da inicio a nuestras entrañables conversiaciones. Juan vivió aqui muchos años antes de que yo me mudara. Juan construyó esta casa (como muchas otras) y en el estudio que ahora es biblioteca pintó muchos de sus mejores cuadros. Juan tambien murió en esta casa,"como todo lo que decide uno mismo: antes de tiempo"con una fulminante soga, un abrasante disparo y un asfixiante trago de veneno. Si. A la vez. Pero Juan no se queja de su castigo, al contrario, ha logrado entender la naturaleza de este. Sigue sin creer en dios como buen comunista y como buen comunista ya no existe.

Sus conversaciones me entretienen mucho. Es interesante escuchar a alguien que dejó de existir en los años 70 pero que, paradójicamente conoce la realidad actual, digamos que es un fantasma bien informado, la única diferencia es que el procedimiento de sus ideas, sus reflexiones, sus puntos de vista siguen siendo los mismos del Juan vivo, del de los 70 como si su cerebro sólo procesara información distinta sin que esta hubiese alterado la forma de hacerlo. Poreso es sumamente interesante -incluso divertido- escuchar a una mente que aun cree en ideales, que vivió utopías, pero que sigue atrapado en un mundo que lo decepcionó, al que desafió al desafiar su existencia, pero como paradojico castigo (¿quizas venganza?) no puede dejar.